BOCAS

Con los ojos en otoño miro a mi vieja mochila.
cansada también ella de viajes sin llegada.
No recuerdo si le di la diaria ración de ilusiones.
Al levantarla del piso, su gran boca de cierre relámpago
apura la última bocanada de aire antes de la clausura.
La uno a la mía y murmuro entre sus dientes de metal la buena nueva.
Hoy, es un hoy distinto, un hoy posible,
un hoy dibujado en las hojas de ruta del transcurrir.
Nervaduras de savia nueva
indican tu norte, y este sur mío, tesonero, te sigue.
Las dudas ya no quedan a la intemperie,
están sepultas y no duelen.
Todo mi yo es un baile frenético,
calzo mis zapatos de tap,
ciño en mi cabeza la gorra que me da de comer,
aumento la dosis de esperanza y juego a ser feliz.
Vos,
dejás de ser no luz
y te disfrazás de farola,
Ahora, apuesto a la calma y sólo espero tu boca para reconocerme.

&&&

CAFÉ CON LECHE

¿Qué fue eso?
Un sonido agudo y penetrante me taladra el cerebro.
Creo que es la sirena de la fábrica cercana llamando al trabajo.
Me equivoco, no hay trabajo.
No hay sirena, sólo existe un ulular impiadoso en mi estómago.
Hace ya varios días que no alimento esta fragua.
Días en los que dormir es el recurso irremediable contra el hambre.
Me digo…, mañana sí,
mañana, al amanecer voy a tener una sonriente media luna
que me suplicará la moje en un tazón de café con leche.
Mañana todo estará solucionado,
acabo de encontrar un trozo de soga que tal vez alcance.
Sólo un nudo me separa de la media luna,
lo ajusto a mi cuello
y alcanzo a ver por el rabillo del ojo
como mi cuerpo flaco y hambriento
se sumerge en el tazón de café con leche.

&&&

ÁNGELES EN CUARTO MENGUANTE

Pasa el tiempo y todo sigue igual.
La rutina básica de cada día,
trepa por las piernas e impulsa pesadamente
actitudes repetidas hasta el cansancio.
Caminar de memoria, recorrer en duplicado.
Oscura calle, iluminada por tres lunas en cuarto menguante,
ronda de espejos que reflejan mil caras olvidadas.
Llevar en cada hombro un ángel no es poco
y ni que decir si hay un tercero empeñado en colocarse de cofia
Y digo cofia y no sombrero, porque eso es,
definitivamente un ángel sombrero para dormir.
Antiguo, con puntillas, cintas,
y de color amarillento, simplemente un ángel viejo y burlón.
Pierde el equilibrio cada tres pasos, rueda hasta el suelo
y se columpia hasta posarse nuevamente en mi cabeza.
Los cuatro empeñados en olvidar,
yo decidida a dejar atrás mi historia
y mis ángeles haciendo travesuras, riéndose de mí.
Me acompañan y me abren trincheras de luz.
Intento gritar que estoy aquí,
y fingen escucharme cesando por un segundo en sus juegos.
Hoy, gracias a ellos puedo romper hábitos,
y dejar abiertas las puertas de mi alma.
El miedo se borra con la euforia de la felicidad que siembran.
Mis manos sujetan sus alas
y los colocan en el lugar que cada uno eligió para acompañarme.
Al final del camino, tengo alas azules empapadas en sueños.

&&&


 

 

   
 

 
   

 

 

 

 

Imagen

Alan Ayers

 

Diseño Web

Betsy

 



contador gratuito